Es probable que en algún momento de nuestras vidas nos hayan aparecido mensajes en nuestra mente absolutamente destructivos que nos sorprenden e incomodan a la vez o emociones que si las expresamos pueden dañar a los demás y si las reprimimos nos hacen daño a nosotros mismos. La pregunta que nos surge es ¿para qué se manifiestan? ¿Tienen alguna función? En ocasiones hay frases, que a pesar de que seguramente están expresadas con toda la buena voluntad, lo que hacen es reforzar la idea de que somos “malos” por tenerlos y que hay que evitarlos a toda costa. Un ejemplo de ello es la frase de B. Weiss (psiquiatra estadounidense nacido en el 1944): “Los objetivos son deshacerse de los pensamientos y las emociones negativos y descubrir la paz, la alegría y la felicidad interiores.”
Esta frase aparentemente bonita pensada para aportar paz, alegría y felicidad interior, que bien podría estar escrita en una taza de café, contribuye a generar (a pesar de que seguro que no era esa la intención), una enorme violencia.
Nuestras partes oscuras sólo pretenden llamar nuestra atención para que las reconozcamos, (cómo un niño que se porta mal para captar la atención de sus padres) y cómo más las negamos, más fuerte tienen que gritar. Las vemos cómo enemigas, pero son todo lo contrario; nos hacen ver que seguimos poniendo nuestro valor en lo que piensen los demás. Reconocer estas partes, es iluminarlas y responsabilizarnos de ellas sin juzgarnos es el camino para madurar emocionalmente y tener la paz, alegría y felicidad interior de las que habla Weiss, pero que no vienen por intentar deshacernos de nuestros pensamientos y emociones “negativos”, o de negarnos o juzgarnos cuando aparecen. De hecho, ser uno mismo pasa por conocer y hacerse uno con esta cara oscura y dejar de poner energía en tratar de defender la imagen que tenemos de nosotros mismos.
De entrada es importante resaltar que el adjetivo “negativas” referido a nuestros pensamientos y emociones viene de un juicio basado en nuestro condicionamiento y en nuestra natural tendencia por tratar de obtener placer y evitar el dolor. Si bien es cierto que hay pensamientos y emociones que nos generan sensaciones poco agradables, también lo es que pensamientos y emociones “negativas” hacen referencia más a la forma en cómo los percibimos que no a si tienen un valor absoluto positivo o negativo.
Cómo la luna, tenemos dos caras, una que enseñamos y otra que escondemos inconscientemente (con lo que por ahora no hay opción de elección) o conscientemente (sea por un sano límite o porque la reprimimos por vergüenza y para defender una imagen que tenemos de nosotros mismos). A nadie se le ocurriría decir que la luna es solamente la cara que nos muestra, sabemos que es una esfera y que hay una cara oculta al otro lado, sin embargo, cuando se trata de nosotros, nos cuesta aceptar esta parte más sombría, es cómo si sólo quisiéramos ser la cara luminosa de la luna; ¡Un sinsentido! Lo peor del caso es que a pesar de que nos genera dolor y nos dejamos nuestra preciada energía en ello, aún seguimos viviendo como si fuéramos solamente la cara luminosa, y por supuesto vemos la oscura en los demás.
Si hacemos un ejercicio de empatía con nuestra parte negada, nos daremos cuenta de cómo debe sentirse y de que emoción estamos alimentando al negarla. Todos alguna vez hemos sido negados, denigrados, ignorados por otra persona…y eso nos despierta rabia, y si el ninguneo o el desprecio persiste se puede volver fácilmente en violencia (aunque la reprimamos y la sigamos negando), cuando al final lo que queríamos era ser uno más, ser reconocidos, vistos, tenidos en cuenta, ser respetados y en último término, ser amados.
Justamente esto es lo que busca nuestra parte interna juzgada, negada, denigrada, ignorada, despreciada y ninguneada,…ser vista, reconocida, respetada, y si es posible ser amada por nosotros; y que le hagamos de portavoz, si en algún momento es necesario, sin avergonzarnos de ella. Precisamente tener la valentía, la vulnerabilidad y la humildad para hacer esto es lo que nos lleva a la paz, alegría y felicidad interiores de las que Weiss hablaba ya que dejamos de juzgarnos a nosotros y a los demás. Es fácil intuir en qué dirección nos lleva su frase en la que propone deshacernos de los pensamientos y de la emociones “negativas”. Si nos la creemos, seguramente por un lado nos generará la expectativa de que podemos “realmente” acabar con ellos, y por el otro tenderemos a juzgarnos cada vez que nos aparezcan; sin darnos cuenta de que nos estamos tirando piedras encima de nuestro propio tejado, por lo que lo último que sentiré, es paz, alegría y felicidad interior…a lo sumo pequeños momentos de placer cuando no se presenten emociones o pensamientos “negativos”. La idea de deshacernos sin más de las emociones y pensamientos “negativos” como quien tira a la basura algo que ya no le sirve, es metafísicamente imposible porque forman parte no solo de nosotros, sino del resto de la humanidad, y si persistimos en negarlos lo único que haremos será acrecentar la rabia y la violencia en nuestro interior, o sea, conseguiremos justo lo contrario. Por lo tanto la propuesta no es tanto cambiar esta realidad interna, sino la percepción que nos genera.
Pero llegados a este punto, uno se pregunta sobre el sentido de estas emociones y pensamientos que a priori no nos son agradables y para qué existen. ¿Es un castigo? ¿Hemos hecho algo mal? ¿Somos “malas” personas por tenerlos?
De entrada tu valor, el mío y el de cualquiera de nosotros es intrínseco a todos por el mero hecho de existir, y no depende de algo tan efímero y temporal como lo que pensemos o sintamos ¿A caso elegimos nuestros pensamientos y emociones? Pero nuestro bienestar, autoestima y paz interior sí que dependen de lo que hagamos con ellos cuando aparecen.
Los pensamientos “negativos” a veces son una herramienta para permanecer en el victimismo si esta es nuestra estrategia para llamar la atención de los demás y sentir que somos alguien (que lógicamente si nos los creemos nos generaran mucho sufrimiento) pero la mayoría de veces son la punta del iceberg de una emoción escondida que quiere ser vivida, los podemos ver cómo una señal de alarma que nos pide parar, respirar y descubrir que hay detrás de ellos, o por el contrario podemos luchar con esos pensamientos, negarlos o culpabilizarnos por no encajar con la imagen que tenemos de nosotros mismos. Es un momento crucial si somos conscientes de ello, ya que si los reconocemos sin juzgarlos, nos alineamos con lo que es y podemos seguir iluminando nuestra cara oculta, mientras que si los juzgamos o queremos “deshacernos de ellos” lo único que generaremos es más separación, tensión y violencia latente en nuestro interior.
Cuando lo que negamos es una emoción, es como si no quisiéramos entrar en una habitación de nuestro propio cuerpo ¿Podremos saber que hay en una habitación si no entramos en ella? ¿Podremos salir de una habitación, si no entramos primero? De forma análoga, tampoco se puede salir de una emoción sin ser vivida, de manera que todas las emociones que encerramos dentro del cuerpo se van acumulando y almacenando en forma de tensiones y de corazas que a su vez irán generando nuevos pensamientos y emociones cada vez más intensos hasta que les hagamos caso. Así, la tristeza no vivida se transforma en depresión, la rabia reprimida se transforma en juicio constante (hacia adentro o hacia fuera) y el miedo silenciado se convierte en la obsesión por controlar la vida, algo por otro lado imposible. Y así vamos perdiendo nuestra energía y vamos muriendo un poco cada día.
Si el sentido de los pensamientos negativos era para avisarnos de la presencia de emociones escondidas, ¿cuál es el sentido profundo de las emociones? La humanidad ha estado dominada y sometida por las emociones con el instintivo propósito de alejarse de lo que nos duele y retener los que nos genera placer. Sin embargo el instinto por evitar el dolor ha hecho que algo tan efímero cómo una emoción termine decidiendo por encima de nuestros deseos reales. Por eso a veces dejamos proyectos que anhelábamos a medias, soltamos vínculos y relaciones porque despiertan nuestro propio dolor,…de forma que son ellas las que acaban decidiendo de forma caótica y a veces contradictoria nuestras vidas. Madurar es poder vivir con consciencia las emociones sin perder nuestro centro para que no sean ellas las que elijan por nosotros. La pregunta es, ¿si no existieran las emociones “negativas”, como aprenderíamos a madurar, a ser nosotros mismos, a comprometernos con lo que realmente queremos sin huir?
Los animales son reactivos ante el dolor, sin embargo los humanos, a pesar de que nuestra naturaleza es también reactiva, tenemos la posibilidad de sustentar el dolor por un bien mayor. Por ejemplo, podemos aguantar el dolor que nos genera el dentista porque sabemos que nos va a arreglar un diente. Sin embargo el dolor que pueda hacer el dentista es conocido, en cambio el que se nos puede despertar por una emoción no, con lo que muchas veces las imaginamos “peores” de lo que realmente son y orientamos toda nuestra vida a evitarlas cuando como con el dentista, detrás de ellas hay un bien mayor. Cabe mencionar que en ocasiones las emociones almacenadas en nuestros cuerpos son demasiado intensas para ser vividas sin rompernos, por eso la coraza nos ayuda a esconderlas mientras no tengamos un cuerpo preparado para sustentarlas, pero nos seguirán condicionando en nuestro día a día hasta que las podamos vivir. De ahí la importancia de los trabajos vinculados al cuerpo cómo los que propondré más adelante.
Cuando somos muy pequeños vivimos entregados a la emoción, las vivimos plenamente sin juzgarlas, si nos quitan un juguete lloramos y nos entregamos a la frustración, rabia y enojo hasta que una vez vividas dan paso a otra situación. Sin embargo, nuestras emociones despertaban el juicio de nuestros padres o adultos de referencia, basado en su propio condicionamiento y aprendimos qué emociones eran “buenas” y se podían mostrar y cuáles eran “malas” y debíamos reprimir. Deshacer este aprendizaje no es sencillo, pero en último término, una emoción no es más que energía que de forma temporal se mueve por nuestro cuerpo…ninguna emoción se alarga en el tiempo si no nos identificamos con ella y es vivida plenamente. Nadie muere de vivir una emoción, pero sí de reprimirla, negarla o abusar de ella (por ejemplo una persona que tienda a agredir, abusará de la rabia porque al menos estar enfadado, le dará una identidad y le permitirá controlar a los demás).
Llegados a este punto, hay personas que dicen entender el mensaje, pero que llevarlo a cabo ya es otra historia. Y así es, llevamos muchos años de nuestras vidas (y de las de nuestros ancestros) viviendo separados de quienes somos en base a creencias más ligadas con una moralidad impuesta y a una consensuada “normalidad” que a los deseos y pasiones de cada uno. Nos hemos transformado, sin darnos cuenta, en los hombres grises de Momo a medida que nos íbamos acorazando para poder encajar en una sociedad dual que divide la realidad en buena y mala hasta que perdimos nuestro color. La primera pregunta no es como volver a tener color, si no si realmente deseamos recuperarlo; ¿nos podemos comprometer realmente con el deseo de volver a ser nosotros mismos? ¿Queremos salir de la masa y aportar nuestra propia luz en interrelación con los demás? ¿O preferimos seguir confinados en nuestra vida (por decirle de alguna forma) gris en la que debemos esforzarnos por seguir siendo solamente la cara luminosa de la luna?
Ahora sí, si optamos por incluirlo todo, por no negar nada de nosotros, por volver a tener color y por ser la luna entera, la segunda pregunta es ¿cómo? Por suerte hay muchos caminos de regreso, de hecho, alejarse de uno mismo forma parte del camino de volver a serlo (entre otras cosas porqué la carencia de uno mismo ayuda a despertar el deseo del propio reencuentro). Cada persona, cada cuerpo, cada alma encuentra el suyo, pero en una sociedad tan mental como la occidental, el camino de regreso precisa de alguna herramienta que permita volver a habitar el cuerpo como puede ser la Bioenergética, la Alquimia Taoísta, el Yoga,…que permitan bajar de la mente al cuerpo para que vuelva a vibrar y a sentir y luego si forma parte del deseo del alma, una profundización con el acompañamiento de tradiciones espirituales no duales como por ejemplo la Cábala, son literalmente mapas de regreso a nuestra esencia.
En definitiva, no elegimos lo que pensamos ni lo que sentimos, pero sí elegimos qué hacemos con ellos cuando aparecen. ¿Entonces, qué escoges, seguir defendiendo lo que debería ser o entregarte a lo que es?
Jordi Torres (RUAHVIVA, https://ruahviva.com/)
Molt bon article. Ets un far en la foscor Jordi. Moltes gràcies per posar llum per a què llueixin els colors
Moltes gràcies Montse!
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